martes, 1 de junio de 2010

¿Con esperanza, sin convencimiento, o Sin esperanza, con convencimiento?


A perro flaco, todo son pulgas 

      En épocas de crisis como la que estamos sufriendo, bien es cierto que unos más que otros, calculamos mejor qué es lo verdaderamente inexcusable y qué es más secundario en nuestra lista de necesidades económicas. En las personales, en las del día a día. Todos sabemos de qué nos podemos privar, qué conviene evitar o qué se debe aplazar para que luego no tengamos que hacer frente a una factura insostenible. 
      Pero también se pone de manifiesto en las decisiones políticas que suponen destinar el dinero de nuestros impuestos a infraestructuras de todo tipo. El ministro de Fomento acaba de afirmar que hay que “ajustarse los machos” y acometer solamente las infraestructuras necesarias (de transportes, de comunicaciones, de …), y dejar de lado lo no imprescindible. Y recordamos con nostálgico desasosiego la obra del túnel de Silos: quizá sea ventajoso para algunos haber destinado más de 6,50 millones de euros a esa obra pomposa que une la entrada con la salida del municipio del claustro románico; pero lo que no tiene ni pies ni cabeza es que se colocaran decenas y decenas de focos que desde hace años no están en funcionamiento porque no hay quien pague el mantenimiento. ¿A qué bolsillos fueron a parar los dineros destinados a algo que no se iba a utilizar? 
      Habrá  que ir ingiriendo ya gelocatiles para prevenir la reducida utilidad de una obra faraónica de cuya utilidad no se ha dado cuenta: ¿quién querrá beber agua de un río que acoge los residuos de fábricas, granjas, etc; quién se apuntará a pagar un canon por regar el huerto o la chopera; qué caudal se regulará después de haber encauzado los tramos más conflictivos…? Si la cuestión era gastarse 120 millones de euros, lo podíamos haber programado para que no nos quedáramos como los focos del túnel de Silos. Sin luces. Sin haber despilfarrado el dinero de todos. Con la nostalgia por una parte de nuestra identidad perdida. Para siempre. Con esperanza, sin convencimiento. 
El tío de la vara




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